Archivos mensuales: febrero 2019

La Crucifixión (1772) – Giandomenico Tiepolo

La Crucifixión (1)

Pintado en Venecia, forma parte de la serie de ocho escenas de la Pasión de Cristo conformada por las obras. Proceden del Convento de San Felipe Neri de Madrid, de donde pasaron al Museo de la Trinidad.
 
Nada conocemos de las condiciones impuestas en el contrato, si es que éste llegó a existir, por parte de los clérigos seculares de San Felipe Neri de Madrid y, por ello, no ha resultado posible probar documentalmente eventuales limitaciones en lo referente a formato, número total de escenas, tamaño, etc. Sin embargo, parece posible afirmar que estas limitaciones debieron existir y que condicionaron decisivamente la labor del artista. Eso se deduce del punto de vista adoptado, muy bajo, y de las deformadas proporciones de algunas de las figuras, fundamentalmente las piernas del propio Cristo, aspecto que en lienzos como el Descendimiento provocan un cierto desagrado. Esto podría deberse a que esta serie fue concebida como sobrepuertas o, quizás, porque desde el principio se tuvo presente la necesidad de colocarlos en un lugar alto, quizás para ser contemplados simultáneamente por un grupo numeroso de fieles tal y como se hace en los Via Crucis, sin que lo sea propiamente.
 
Existe otra característica de esta serie que, ya sea producida por eventuales limitaciones de un contrato no encontrado hasta ahora o por cualquier otra circunstancia, confiere a todo el conjunto una fuerte personalidad. Porque, efectivamente, a diferencia de otros lienzos dedicados por este artista a temas afines, Giandomenico creó un ambiente deliberadamente claustrofóbico, donde buscaba crear un sentido dramático casi irrespirable, aunque la narración tenga lugar en exteriores.
Para ello amontonó figuras en un primer plano en el que aparecen los personajes imprescindibles para la representación del drama, además de algunos otros, no muchos, que permiten crear esa atmósfera desasosegante, que invita a reflexionar sobre los hechos representados. Esto, la gradación artificial de los colores, el atrezzo teatral y el valor casi expresionista de alguno de los rostros, confiere a todo el conjunto un ambiente deliberadamente irreal que, al mismo tiempo, nos transporta a un hecho de especial significado religioso e incomparables posibilidades dramáticas. Quizás esta sea la característica más importante de toda la serie, esto es, la conjunción de todos los recursos técnicos y expresivos para alcanzar un clima dramático que se suponía ajeno al mundo creado por los Tiepolo, aparentemente más capacitados para crear «efectos» que para estimular «sentimientos».
 
El color es otro recurso magistralmente instrumentado por el artista para influir en el ánimo del espectador. Está claro que en ningún momento se pretendió reproducir una escena real. Un ejemplo de ello es, de nuevo, el lienzo del Descendimiento, en el que el efecto dramático se acentúa gracias al uso de colores fuertemente contrastados, casi habría que decir que violentamente contrastados: naranja, azul, rojo o verde sin ninguna gradación entre ellos, que se «enfrentan» vivamente con grandes superficies de gélido color marfil, correspondientes a los rostros de los personajes femeninos y al propio Cristo, ya muerto.
 
Otras figuras colaboran activamente en la creación de este ambiente irrespirable, rostros como el de uno de los dos ladrones, representado casi sin dibujo, exclusivamente con manchas de color claro de calidad casi expresionista o, mejor, el de María Magdalena, sin duda el personaje que mejor resume la desolación y tristeza que desprende toda la serie.

Ecce Homo Hacia 1570 – Juan de Juanes

Ecce Homo


Esta visión directa y frontal de Cristo coronado de espinas, atado y sosteniendo una caña a modo de cetro, es una de las más divulgadas del autor. Presenta una factura minuciosa que recuerda la de la pintura flamenca. La figura, muy iluminada, destaca sobre un fondo oscuro que potencia la concentración emocional del espectador en la patética imagen.

Abren la tumba de Cristo por primera vez en siglos


Los investigadores han encontrado una gran cantidad de material de relleno bajo un revestimiento de mármol instalado en 1555 en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, según informa la revista ‘National Geographic’.

«Se llevará a cabo un prolongado análisis científico, pero finalmente podremos ver una superficie de la roca original donde, según la tradición, fue puesto el cuerpo de Cristo», ha explicado el arqueólogo de la Sociedad Nacional Geográfica Fredrik Hiebert.

La alegada plataforma funeraria se localiza actualmente en el Edículo, una pequeña capilla de mármol. El Edículo actual fue reconstruido entre 1809 y 1810 según el proyecto de un arquitecto griego. Los trabajos de restauración los realiza un equipo encabezado por Antonia Moropoulou, una experta de la Universidad Técnica Nacional de Atenas.
Según creen los científicos, el acceso a la tumba permitirá explicar por qué Helena, la madre del emperador romano Constantino, decidió que esta tumba era la última morada de Jesucristo tras identificarla durante unas excavaciones en el año 326.

Cristo yacente (1663) – Juan Antonio de Frías y Escalante

Cristo yacente


Figura de cuerpo entero; sobre un sudario, con el rótulo de la cruz y la calavera. Firmado: Ioannes Anto. Escalante fat anno de 1663. Quizá sea el Cristo difunto que Palomino elogia extremadamente en la iglesia del Espíritu Santo de Madrid, diciendo que parece de Tiziano.
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